Nota sobre la pandemia: El alto costo de la prevención extrema

¿Cómo saber si las medidas de prevención y cuidado que tomamos son saludables?

En el contexto de la pandemia actual, quienes trabajamos en Salud nos hemos encontrado muchas veces con cuadros sintomatológicos derivados de lo que podríamos llamar un miedo paralizante. Es lógico, por un lado es dificil tener parámetros claros sobre la vulnerabilidad de cada persona a una posible infección, por una serie de razones:
-Por un lado la Ciencia no puede explicar con claridad porqué hay tanta diveridad de síntomas en personas sanas, ni porque existen personas muy añosas o con diferentes vulnerabilidades, que atraviesan las infecciones con sintomatologías leves.
-Por otro lado se suma la compejidad mediática. Los medios masivos de comunicación siempre han tendido a distorsionar y en muchos caso maginificar las amenazas para la sociedad ¿Por qué no habrían de hacerlo ahora?
-Además los inereses políticos que cada medio tiene, sesgan las interpretaciones de los datos, de tal modo que sirvan para atacar, o defender al gobierno de turno. Esto aumenta probablemente el grado de confusión de la comunidad.
-No podemos saber de forma consistente si la gran incidencia que vemos a nivel epidemiológico de la enfermedad se debe solo a la capacidad objetiva del virus de desequilibrar al cuerpo humano, o hasta que punto inciden otras variables, como comorbilidades particulares, tratamientos médicos inadecuados -que se dieron principalmente en los primeros meses de la pandemia-, o aumentos de la vulnerabilidad orgánica de las personas contagiadas debidos al estado de pánico generalizado y la incidencia que puede tener esto sobre el sistema inmune.
Vivimos en un paradigma médico que tiende a desestimar la capacidad que las personas tenemos de autorregularnos.
Desde el paradigma actual, la solución tiende a venir del médico y de los medicamentos. Si bien en una infinidad de casos es es claramente así, no siempre es la única variable. A su vez esto facilita que se vea como única solución posible algo concreto, provisto por la ciencia, en donde las personas no percibimos una responsabilidad sobre nuestra salud, y la delegamos a la Ciencia, y en una respuesta única y concreta como lo puede ser una vacuna.
Diferentes formas de afrontar
Ante una amenaza que aparece como muy compleja es esperable que no querramos correr el menor riesgo. Pero hay mucha diversidad de afrontamiento, podríamos ver la manera de tomar la prevención como un abanico de diversos estilos y diferentes grados, desde los mas extremos confinamientos hasta las posturas mas relajadas y desfiantes. Pero quizá, a nivel global, probablemente haya sido mas gente la que se inclinó hacia el extremo restrictivo, que la que se fue al opuesto. El clima reinante de preocupación, miedo y a veces pánico fue por momentos muy extendido.
Y lo que empezamos a ver algunos profesionales de la salud, especialmente en personas mayores -pero no excluyentemente-, fueron diferentes consecuencias en la salud psicofísica, de lo que podríamos llamar un estilo de confinamiento restrictivo: personas con cuadros de hipertensión, sobrepeso en aumento, problemas relacionados con la disminución de la circulación sanguínea, falta de aire al caminar pocas cuadras, y en lo emocional cuadros de trastornos de ansiedad, insomnio, ataques de pánico, cuadros melancólicos o apáticos, estados depresivos, entre otros. Esto se daba especialmente en las personas que no habían salido de su casa ni visto a familiares durante meses, por poner ejemplos bien gráficos.
En casi todos los casos a los pacientes les costaba ver una relación entre su estilo de prevención y su cuadro de salud.
La conclusión mas inmediata era que el cuidado y la prevención, acentuadas y solo enfocadas en evitar el contagio, llevaba a descuidar otras necesidades personales, no relacionadas con la prevención del contagio.
Parecería ser que cuando el miedo tiene la intensidad suficiente, nos lleva a paralizarnos, y la falta total de movimiento podríamos decir que no está en sintonía con el flujo de la vida
En algunos espacios de Salud, algunos profesionales comenzamos a hacernos algunas preguntas
¿Será que la pretensión, o las búsqueda de llevar a un 0% absoluto la probabilidad del contagio del COVID, implica aumentar el riesgo de otras complicaciones de la salud?
¿No se ha dado acaso durante décadas que en la vida cotidiana «pre COVID» convivíamos diariamente con un mínimo grado de riesgo en diferentes situaciones -contagios de gripes, accidentes, asaltos- pero no nos dábamos cuenta o no le dábamos relevancia a ese riesgo, y ahora sí lo hacemos en relación al COVID y tratamos de evitarlo a cualquier costo?
Es completamente comprensible vivirlo de esta manera, pero cuando esto se lleva a un extremo, parece no ser sostenible en el tiempo, porque nos lleva a desequilibrios que tienen sus consencuencias.
El gran desafío que surgió a partir de todo esto fue: ¿Cómo encontramos, y cómo promovemos la búsqueda de equilibrios personales en los que se pueda lograr el bienestar necesario, en los que el peso del cuidado no quede solo puesto de un lado de la balanza y quede ignorado el otro?
Un criterio clave desde una perspectiva de empoderamiento y autocuidado, es el de Responsabilidad: Desde un punto de vista psicológico es un término diferente al usado socialmente, es la responabiidad que cada uno de nosotrxs tenemos de generar nuestro propio bienestar y equilibrio. En primer instancia, no existe una autoridad externa a nosotrxs que pueda saber más que nosotrxs mismxs qué es lo que necesitamos para estar bien.
Pero para esto es necesario tomar decisiones y hacernos cargo de las consecuencia o costos que ellas tienen. Es duro, pero hay que tener claro que si nos enfocamos en cuidarnos de una variable de la salud, y descuidamos otras, las consecuancias que experimentemos serán debidas a las decisiones que tomamos
Para poder afrontar ese desafío, necesitamos retomar y estrechar el contacto con nosotrxs mismxs. Con nuestros sentimientos, necesidades y deseos. Es un contacto que perdemos cuando nos asustamos o nos obsesionamos en exceso.
Quizás esta sea una de las principales brújulas que nos pueda ir llevando a ir logrando los equilibrios que necesitamos. A ir encontrando un tipo de cuidado que esté en sintonía con el flujo de la vida.
No es un proceso fácil. Estamos todxs aprendiendo a desenvolvernos y seguir creciendo en este nuevo contexto. Escenarios nuevos requieren miradas nuevas. Quizá lo mejor que podamos hacer es acompañarnos mutuamente y respetar los tiempos de las búsqiedas personales que cada unx necesita hacer.
Lic. Enrique Grandolini